Me desperté esa mañana mucho más temprano de lo usual para un domingo. Eran las 5:30am , tenia pereza pero también algo de nervios por la expectativa de la salida de ese día. A las 6:30 llegué al punto de encuentro. Conmigo habían 30 personas más dispuestas a conocer un tesoro escondido cerca de la ciudad de Bogotá.
Colombia es uno de los pocos países con más del 12% del territorio protegido en 56 espacios que suman más de 11M de hectareas (110.000km²). Además Colombia acoge cinco diferentes pisos térmicos. El páramo se encuentra entre 3000 y 4000 metros de altura y ese era nuestro destino.
A dos horas de Bogotá esta el PNN* Chingaza y dentro del parque las lagunas de Siecha. Nos aventuramos hacia la Calera, donde hicimos una parada para desayunar la típica arepa con queso y agua de panela. Me sentí llena de energía, no sabía todavía lo hermoso pero agotador que sería el día.
Nuestra primera parada fue en una antigua capilla, la capilla de Siecha, con unas ruinas de lo que fue un pequeño convento dominico. La capilla esta situada en lo que fue un centro de oración Muisca. Los españoles utilizaban los espacios ya reconocidos como espirituales para construir las iglesias, catedrales y capillas.
Seguimos nuestro camino hasta la entrada del parque. Hicimos estiramientos y una pequeña presentación. Fue interesante saber que cada viajero guarda diferentes expectativas y tiene diferentes motivaciones para realizar una salida como esta.
Empezamos la caminada, durante una hora no fue muy difícil, la elevación por metro andado era poca, íbamos charlando y conociéndonos. Además los guías nos contaban cosas muy interesantes sobre la flora, la fauna y el territorio en sí. El paisaje compartido por varios pueblos de la sabana de Bogotá. Conocí el retamo espinoso una planta piromana, la cual explota como pólvora al contacto con el fuego.
Llegamos al refugio y aquí empezó nuestra verdadera aventura. Casi cuatro horas de caminata, con una elevación de 2900 metros a 3600. El camino de subida fue una prueba de estado físico. Por momentos me faltaba la respiración y por la altura mi corazón latía tan rápido que tuve miedo que se saliera de mi pecho.
Empezó a llover, nada raro, pues me encontraba en la «fabrica» del 70% del agua potable que utiliza Bogotá. Las lagunas de Siecha al igual que la de Guatavita fueron por años los destinos de exploradores en busca de la leyenda del dorado. Es increíble como uno tras otro salio frustrado tras no encontrar el tesoro. Hoy sabemos que la leyenda era cierta que las lagunas acogían un gran tesoro: el agua.
Cuando llegamos a las lagunas, llovía, pero era hermoso y lo habíamos conseguido. Habíamos seguido el sendero Muisca, agotados, emparamados pero felices. Almorzamos intentando protegernos en los Frailejones y con la energía renovada por la comida y la montaña, descendimos.
En la bajada pude apreciar mejor el paisaje con su flora desconocida para mi. Un lugar hermoso y una experiencia inolvidable.
un saludo
*Parque Nacional Natural
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